Hacer de los estudiantes los protagonistas del aprendizaje, mantener las expectativas altas, conciliar competencias y contenidos, repensar qué vale la pena enseñar hoy en la escuela son algunas de las cuestiones cruciales que plantea Anijovich en esta entrevista.
Rebeca Anijovich es magíster en formación de formadores, profesora e investigadora de la UBA y la Universidad de San Andrés, y asesora pedagógica en escuelas argentinas y latinoamericanas. Acaba de publicar junto con Graciela Cappelletti El sentido de la escuela secundaria (Paidós), donde plantean algunos de los problemas estructurales del nivel más crítico del sistema educativo, y exploran algunas propuestas innovadoras que ya están funcionando.
“El título del libro apunta a recuperar el sentido de la escuela secundaria, no para mantener el mismo sentido que tenía a fines del siglo XIX con la Generación del 80, en otro contexto. Hay que replantearse el sentido, desde la idea de que está bueno que la escuela secundaria exista”, plantea Anijovich en diálogo con Agenda Educativa. Su indagación apunta a imaginar otros modos de organizar la escolarización, otros modos de enseñar, otros contenidos y otro rol para los estudiantes: el de protagonistas.
–¿Qué diferencia hay entre un alumno “activo” y un alumno “protagonista”?
–Vos podés ser activo y no ser protagonista. Pensar la enseñanza hoy es pensar en cómo convertís al alumno en protagonista de su proceso de aprendizaje. Un alumno que toma decisiones, que aprende competencias que no son solo para la escuela, sino para la vida, como la capacidad de organizarse o la capacidad de buscar información.
Nosotros hemos participado en proyectos como el de la Vicaría de la Ciudad de Buenos Aires, Eutopía; en el proyecto PLANEA de Unicef en la provincia de Tucumán, donde se está trabajando por proyectos en las escuelas más pobres de San Miguel de Tucumán. En todos lados nos pasaba, y en las escuelas más pobres peor, que los profesores decían: “Estos chicos no van a poder con estos proyectos”. Pero empezaron a darse cuenta de que con proyectos interesantes, a los pibes les podés despertar el interés por el aprendizaje, y pueden resolver tareas complejas.
Cuando el pibe está interesado en lo que está aprendiendo, es más riguroso que el adulto. Se compromete con el aprendizaje de una manera distinta. Estos proyectos muestran que los pibes quieren aprender, son curiosos. Lo que no soportan más es ese modelo de un profesor parado hablando. Lo que no quiere decir que, si vos trabajás por proyectos, tenés que dejar de dar clases. No es que desaparece la figura del docente, sino que tiene otro lugar, otro espacio, otra manera de vincularse con los pibes y con el conocimiento.
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