La mística y el valor de la enseña nacional llevó a que varios argentinos trajeran las banderas de regreso de la guerra, aun sin importarles poner en riesgo su vida.
“Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores, y la América el Sur será el templo de la independencia y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria!”, dijo el general Manuel Belgrano la primera vez que enarboló la bandera, en 1812. Unos 170 años después, los herederos de aquellos patriotas cayeron en Malvinas en cumplimiento de ese juramento: la defenderían hasta perder la vida.
DEF recupera algunas historias que recogen las anécdotas y los secretos detrás de aquellas “operaciones” que permitieron traer las enseñas de nuevo al continente.
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