martes, 2 de abril de 2013

“PREFIERO SIEMPRE IMPROVISAR EN CADA LIBRO” Entrevista a Sergio Olguín de Mario Mendez , 2013




En la primera parte de la entrevista a Sergio Olguín realizada en septiembre por Mario Mendez dentro del Ciclo de encuentros con autores de literatura infantil y juvenil del Programa Bibliotecas para armar, llevado a cabo en la Casa de la Provincia de Chubut, Libro de arena comparte las reflexiones de este escritor y periodista versátil que piensa que los géneros literarios tanto como la segmentación del público lector encasillan en exceso a los autores y cuenta cómo su trabajo ha logrado sortear esas limitaciones a lo largo de los años. Además revela la impronta que el cine, la televisión y la literatura han dejado en su propia escritura, como así también sus experiencias personales.

Mario Mendez: Vamos a dar comienzo a la entrevista, gracias Sergio por venir. Quiero decir  que tiene un doble valor, porque yo en general  a las entrevistas invito a amigos, o gente conocida al menos, que no pueden decirme que no, pero en este caso es diferente, nosotros nos acabamos de conocer acá enfrente, a través de una amiga en común, así que bueno… ¡gracias!

Sergio Olguin: Igual te corrijo. Nos conocimos una vez, en Cancillería, antes dela Feria del Libro de Santa Cruz. Viajamos distintos días pero estuvimos en esa reunión, donde había muchos autores.

MM: ¡Me hiciste acordar de que yo llegué tarde! Me equivoqué de edificio, me fui como a diez cuadras  y llegué tarde. Me senté apurado,  todo colorado…  ¿Vos fuiste al final?

SO: Sí, yo fui después que vos.

MM: Bueno, ya pasó, lindo viaje ese: recordando eso, va la primera pregunta. ¿Te invitaron como autor en general? ¿Cómo periodista? ¿Cómo autor de literatura infantil?

SO: Ese viaje fui como escritor. Tengo esas distintas vertientes y variantes. He ido a Ferias del Libro como periodista, escritor y alguna vez viajé como editor…

MM: Como editor también. ¿Qué estuviste editando?

SO: La colección de Andanzas Crónicas en Tusquets, una colección de crónicas periodística que dirigí hace unos años.

MM: Bueno, yo justamente pensaba como primera pregunta, sos periodista, sos escritor, sos editor también. Periodista y escritor son dos oficios diferentes pero se encastran. ¿No? Ahora, entre escritor a secas y escritor de literatura infantil y juvenil, ¿hacés esa misma diferencia?

SO: No, no hago una diferencia. Para mí está todo integrado en la misma obra. Yo soy  escritor, digamos, a secas. Hago literatura infantil, hago literatura de adultos, a su vez hago literatura de género… Me parece que mi trabajo como escritor engloba todas esas posibilidades. No hay una que me defina específicamente. Me gusta el policial, muchísimo, y entonces mis novelas tienen  alguna trama policial, pero tampoco me definiría como un autor de novelas policiales. No me gusta el encasillamiento porque eso limitaría mi trabajo a futuro. Si yo soy un autor de literatura de adultos no podría escribir literatura infantil, supuestamente. Y si soy un autor de novelas policiales no podría escribir una novela de amor. No podría cambiar mi forma de escribir. Así que prefiero, en realidad, siempre improvisar algo nuevo, en cada libro.

MM: Hay a veces esa clasificación. Colegas que no tienen publicado para adultos. Me acuerdo de que una vez me presentaron un escritor (no voy a decir nombres): “Un escritor”,“Otro escritor de literatura infantil” (risas)

SO: Sí, es como decir, “escritor de novelas románticas”. Es una definición demasiado estrecha.

MM: Bueno, vamos a ir directamente a los tres libros. Una de las cosas que más me gustaron, quizás porque somos generacionalmente muy cercanos, son ciertas claves. También la pasión por el deporte, muy fuerte; con la dolorosa relación con Boca (risas).

SO: ¿Cómo te diste cuenta?

MM: Bueno, yo les comentaba a las chicas que hay un guiño muy malvado y que ellas no lo tenían, porque hay que ser futbolero, o veterano, o las dos cosas, que es eso de que estos marcianos deCómo cocinar un plato volador, tienen grabadas  las finales de las Libertadores de Boca, de Estudiantes y de Independiente, y la del  ’66, que es una referencia muy malvada, porque es la vez que perdimos en Chile…

SO: Y que les valió el mote de “gallinas”… hay que agregarle ese detalle…

MM: No había por qué agregarlo, pero bueno…

SO: Bueno, es parte de la historia…

MM: Se los conté. Es más, fue en la cancha de Banfield. ¿Y qué relación tenés con el fútbol?

SO: Es una relación no correspondida. (Risas) Siempre fui un pésimo futbolista. Pero siempre me gustó mucho el fútbol. De chico, jugar, y después me empecé a interesar también por verlo, por escucharlo, como era en nuestra infancia… Y para mí el fútbol forma parte de muchas cosas importantes en lo personal. El fútbol era el lenguaje común que tenía con mi viejo. Yo no tenía mucho diálogo, como otros hijos tienen con su padre. No hablábamos mucho. Ni de política, porque no andábamos muy bien, tampoco de mujeres… No había temas en común. En cambio el fútbol era como el tema que nos mantenía unidos. Sobre todo cuando ya en los últimos años de la vida de mi viejo (cuando uno trata de amigarse un poco más con los padres) era la excusa. “Bueno, juntémonos a ver el partido”, “Te llamo después de que termine el partido”, el fútbol era lo que nos permitía tener un diálogo que nos mantenía unidos y nos permitía abrir hacia otras cosas también. Incluso hay como una constante… hay algo bastante interesante. Yo soy el cuarto hijo. Me llevo diez años con mi hermana más chica y son todas mujeres las anteriores. Mis tres  hermanas mujeres. Un infierno. (Risas) No, no, nada que ver, creo que el mundo femenino sirve para formarse uno como hombre. Mi padre siempre quiso tener un hijo varón. Entonces iban naciendo las mujeres, iban naciendo las mujeres, y él, como fanático de Boca compraba en la década del ’60, antes de que yo naciera (yo nací en el ’67), una revista que era “Esto es Boca”. Y que él guardaba con la ilusión de algún día tener un hijo varón. Pero iban pasando los años y la idea de tener un cuarto hijo ya se estaba perdiendo…Y sí, vino el hijo varón. Y durante mi infancia mi padre estuvo muy ocupado laboralmente. Tenía mucho trabajo. Tenía la concesión de un par de clubes de la parte gastronómica, el restaurant, mi viejo era gastronómico. Pasaba de mozo a dueño de restaurant, de dueño de restaurant a “comisse”…Subía y bajaba con una facilidad…Y en ese momento de mi infancia,  fue el momento de gloria de mi padre y tenía las concesiones de clubes por todos lados. Entonces yo lo veía muy poco y eso me enojaba mucho a mí como hijo. Entonces me rebelaba porque decía “Mi padre no me da bola, no va a jugar a la pelota conmigo…”. Y cuando entré en la adolescencia, me acuerdo de que yo seguía medio enojado con mi viejo por muchas cosas, que se había ido de mi casa, nos había abandonado, después volvió… etcétera… Y mi madre me dice, “Bueno, ¿qué hacemos con estas revistas?” Yo recién ahí tomé conciencia de que esas revistas que estaban tiradas en el galpón y que mi madre quería tirar, las había guardado mi padre pensando en ese hijo que iba a tener algún día. Y ahí fue como una especie de conciliación con mi padre que tuvo al fútbol como tema y que se mantuvo varias décadas más.

MM: Es curioso cómo se cruza la autobiografía de uno en la escritura.

SO: Claro porque con el protagonista de El equipo de los sueños, el padre se va de viaje, lo abandona, y el recuerda un partido, sí, sí, eso es bastante autobiográfico.

MM: Incluso el tío, el mal llamado Turco, porque es armenio, tiene esta cosa de ir y venir con los negocios, de tu padre… No había un tío…

SO: No, no. Sí existe el Turco Roberto. Lo que pasa es que hay otra historia familiar ahí, detrás de eso. Esa historia parte de algo autobiográfico. Yo atendía una verdulería, ahí en el límite entre Fiorito y Lanús (en realidad es Lomas de Zamora eso ya) que era de mi cuñado. Un cuñado que tenía un socio que era el Turco Roberto. El Turco Roberto existía y era un tipazo. Me pareció que era un lindo homenaje armarlo como personaje.

MM: Ahí anticipaste otra de las preguntas que te quería hacer que es la historia de la villa. Les decía que acá en Bibliotecas para Armar trabajamos muchos años en villas. Yo trabajo en otro Programa en el que también tenemos contacto, y vengo de años de esto en el Plan de Alfabetización, y da la casualidad de que escribí una historia que ocurre también en la villa, y, te voy a ser sincero, El equipo de los sueños me encantó hasta que entraron a la villa. Cuando entraron a la villa…

SO: Dijiste “¿Esto es la villa?”

MM: Y… me pareció demasiado, pero quiero saber tu experiencia, porque evidentemente estabas al borde, conocés…

SO: Bueno, a ver, la acción transcurre muchos años después de que yo conocí Fiorito. Y Fiorito lo conocí, en ese momento, más bien por afuera igual que el personaje de la novela. El recorrido del personaje de la novela era el colectivo, nunca entraba en la villa. Nunca me animé a hablarle a la chica rubia esa que entraba a la villa, o sea que ahí empieza la parte literaria. Es mentira. Hasta ahí existe, pero yo nunca le hablé. Por eso me dediqué a la literatura, porque nunca le hablé. Si le hubiera hablado nunca me hubiera dedicado a escribir. Después, a los dieciocho años más o menos, cuando empecé a sacarle el auto a mi papá, me iba a Fiorito a buscar a una amiga que era una compañera de secundaria. Íbamos con unos amigos, dejábamos el auto, entrábamos hasta donde podíamos pero por el barro, no por otra cosa, e íbamos hasta la casa, la buscábamos. Salíamos de noche y la traíamos de vuelta a la casa. Y te estoy hablando de la década de los ’80, cuando la villa era otro tipo de villa. Cuando escribí El equipo de los sueños, si bien quería partir de este núcleo autobiográfico, de esta historia de mi adolescencia, no me interesaba retratar una villa absolutamente realista, sino que quería tomar la villa como un espacio… como el bosque medieval. Un lugar donde podían pasar todo tipo de historias. Sí quería, por otra parte, que tuviera un contenido social importante la novela, pero no a partir del registro fotográfico de lo que es la villa. Me interesaban más otras cosas. Me interesaba mucho más que el tema de la villa el tema de la violencia del Estado sobre las personas, especialmente sobre los adolescentes, que en este caso, es de la policía bonaerense. Me interesaba mucho más meter el tema de la policía bonaerense dentro de la novela que hacer una descripción absolutamente realista de la villa porque me interesaba que ese espacio fuera un espacio casi mítico, donde parece que Fiorito es un espacio de veinte kilómetros de largo. Tardan todo un día para hacer un recorrido, en cambio, si fuera más realista no llevaría más de una hora. Lo que quería era eso. Inventar un espacio imaginario donde los personajes se movieran en un mudo novelístico, y de pronto irrumpiera esa realidad cruel, dura y difícil. Y enfrentar al lector, que en este caso es un lector adolescente, con algo que está pasando cerca de él.


MM: Es una excelente explicación. Me hizo ese ruido… el tema de que nuestro lector, lamentablemente no es solamente adolescente sino que además es de clase media ¿no?, por cuestiones de acceso y de colegios privados. Sabemos que es así, y entonces por ahí abonaba un poco esta sensación que no me gustaba… algunas escenas, como la de las ratas que se les cuelgan a los tres chicos…

SO: Son millones de ratas.

MM: Claro.

SO: Eso es absolutamente literatura fantástica. No intento ser realista. La Iglesia uruguaya en medio de una villa es medieval, no exactamente de los cátaros pero tiene que ver con esa época. O sea, hay varios guiños dentro de la novela que remiten más a una novela de Chretien de Troyes que a un informe social dela Secretaría de Acción Social.

MM: Pero hay temas que son difíciles. Yo les contaba mi experiencia. Que a veces los editores te dicen: “Es demasiado light”, o a veces te dicen: “Es demasiado duro”.

SO: O te dicen:  ”Es demasiado largo”. A mí me pasó con el listado que aparece de los chicos asesinados  por la Policía Bonaerense, hay un par de casos de la Federal, de la Policía Federal, pero la mayoría es de la Bonaerense. El editor me dijo: “Es muy largo, el lector se va a aburrir en estas partes”. Bueno, a mí no me  preocupaba que se aburriera, me interesaba que estuvieran todos los nombres, porque tenía un sentido que iba más allá de lo narrativo. Era una especie de homenaje o de presencia que yo quería que estuviera en el libro. Y que estuviera completa. Pero esa son las decisiones que un autor puede tomar si tenés un editor comprensivo… y a mí me pasó. El equipo de los sueños es una novela bastante difícil para un editor porque ¿dónde la ubicás? Es una novela para chicos de doce, de catorce, de dieciséis años… de adultos. Me acuerdo de que él me contaba de manera muy divertida, que en un momento EDESUR iba a comprar una cantidad de ejemplares para regalar a sus empleados en Navidad, y que cuando descubrieron que en la novelas los personajes se “cuelgan” de la luz… (Risas) bueno… no quisieron comprar ejemplares cuando vieron eso. Ahí es cuando necesitás un editor que se anime a publicar un libro así. Fue Antonio Santa Ana el que se animó.

MM: Bueno, es lo bueno de Zona Libre. Esta colección que se ha animado a muchas cosas y eso está muy bueno. Vuelve el fúbol en El equipo… vuelve… en realidad está siempre presente y hay  un guiño también a un cuento de Soriano, con un gol que hace Pablo, el más tronco que hace un gol que no debería hacer… ¿lo conocés el cuento?

SO: No, ¿cuál es?

MM: Ese que van a jugar a Cipoletti o a otra zona de Río Negro donde hay que perder por uno a cero…

SO: Seguro que lo leí y no lo recuerdo…

MM: Soriano cuenta que ese personaje hace un gol en el último minuto y sale corriendo gritándolo y los compañeros lo quieren matar (risas). Y los cagan a palos a ellos, al árbitro…

SO: Igual estuvo muy presente Soriano en la novela. El episodio de Papá Noel apareciendo en el final, a mí siempre me pareció que era imitar el estilo de Soriano y lo hacía con alegría porque Soriano es un autor que a mí me gusta mucho y me encanta robarle a otros autores. Lo hago todo el tiempo. Me parecía que era una buena influencia para ese libro así que no me sorprendería que haya leído el cuento de Soriano en su momento y haya decantado de tal manera que lo asumí como propio.

MM: Che… Y Pablo y Ariel, a ver, por ahí adivino mal pero me parece que hay una mezcla de vos en esos dos personajes, ¿no?

SO: Sí, yo me parezco más a Pablo, probablemente. Siempre fui un poco el “intelectual” de los amigos, el que se iba a las vacaciones con veinte libros para leer en la playa (risas)… Sí, con Nietzsche en la playa ahí, esperando para jugar a la paleta. Pero los personajes tienen también que ver con mis amigos de la adolescencia, se combinaba todo eso…

MM: Y hay una competencia entre ellos dos, en los dos por la misma piba.

SO: Sí tienen la costumbre de enamorarse los dos de la misma chica.

MM: La verdad es que eso está muy logrado, el trío ese tan extraño y también ese grupo…

SO: Pero en general, siempre los grupos de tres amigos no son grupos homogéneos. Siempre hay alguno o los tres… son bastante disonantes si uno los ve desde afuera. En realidad hay que verlos desde adentro esos grupos, que funcionan equilibradamente, algo que uno, desde afuera, no llega a notar.

MM: Después saltamos desde Villa Fiorito a Springfield…

SO: Hay un salto fuerte, ¿no? Eso pensaron mis editores. (Risas)

MM: Ahí, me parece que te diste un permiso importante, ¿no?

SO: Sí, ahí me parece que se me fue un poco la mano. Yo siempre tuve la idea de escribir una segunda parte de El equipo de los sueños. En realidad  El equipo de los sueños no termina ahí, sino que había un capítulo más. Pero me gustaba tanto el final actual, que agregar un capítulo más era sacar al lector del clímax intimista y de miedo que había conseguido. Entonces decidí sacarlo, pero siempre estuvo presente la idea de hacer una segunda parte. Tenía en mente la idea de llevar al tío Roberto a los Estados Unidos y que ellos tuvieran que salvarlo de un secuestro realizado por el FBI ola CIA. Era un quilombo hacer eso. Y en un momento, cuando la novela se editó en Alemania, en Francia, en Italia, en España, la editora alemana, me dice (exagera el acento alemán) “¿Por qué no escribes la segunda parte?” (Risas)  Así, como hablan los alemanes el español que pareciera que están dando una orden (risas). Entonces le dije que sí, “La voy a escribir”. Creo que ella esperaba algo… más villa, más pueblo, más fútbol y bueno. Me dijo “Bueno, pero es poco argentina…” “No creas”, le digo, “No hay nada más argentino que la televisión norteamericana”. Nosotros hemos crecido viendo televisión norteamericana. Ese es nuestro mundo. El mundo de Springfield es lo que nosotros reconocemos. De hecho, yo nunca estuve en Estados Unidos. No los conozco. Toda la novela la escribí a partir de un imaginario de lo que yo leí, de lo que vi en la tele, en el cine, en las series. Igual, así y todo se publicó en Alemania pero creo que no era lo que mi editora esperaba.

MM: Evidentemente, por lo que explicaste antes, a mí se me escapó la parte fantástica de El equipo de los sueños. En esta no. No se me escapó porque hay una cantidad de guiños, desde esa suerte de milico, Cabo Polonio, muy gracioso, que entre los fardos que vuelan tiene una escena del Oeste con los chicos. El sheriff Lobo…

SO: Sí, aparecen un montón de esa época y de otras épocas. La escuela se llama George Maharis, como el actor que hacía el personaje de “Ruta66”, yo no llegué a verla esa serie, tenía el patrullero de juguete. Pero no llegué a verla…

MM: Vos tenés hermanas mayores que seguro que tenían las fotos pegadas en la pared…

SO: Sí, sí, estoy casi seguro de eso. Después aparece Janice Soprano, que es un personaje de “Los Soprano”…Me imagino que no todo el mundo va a captar todos los personajes, y aparece una actriz porno, también, que probablemente los adolescentes van a reconocer (risas) que es Christine.

Participante: Mi hijo miró sólo la contratapa de tu libro. Porque en general viste que vos le decís, “Che, te recomiendo este libro”, y te dicen “Después lo leo” (risas). Leyó la contratapa nada más y me dijo: “Está buenísimo todo lo que dice en la contratapa, después prestámelo” (risas).

SO: Ah, bueno, está muy bien, entonces.

Participante: Yo digo, hay algo acá, de todas las series, todos los personajes y demás que aunque es de otra generación también somos consumidores amplios…

SO: Están “Los Simpson”, evidentemente que es lo que además unifica a la familia, digamos. En mi casa nos juntamos a ver  “Los Simpson”. Es en lo único en lo que nos ponemos de acuerdo con mis hijos. Ellos quieren ver otras cosas. Cuando nos peleamos por qué vemos, bueno, ponemos “Los Simpson”. Que además están todo el día… en Fox o en Telefé.

MM: Bueno, la referencia a los  Flanders es graciosísima.

SO: Sí, y hay algunas referencias más. Y después está la historia de Leonard Peltier, que es un militante por los derechos del indígena que está preso injustamente.

MM: La serie de cosas que contás, que el FBI le crea un caso.

SO: Todo eso está tomado de informes de organismos de Derechos Humanos Internacionales, lo tomé de ahí.

MM: No hay posibilidad de que salga…

SO: No. Muy probablemente… si no se murió este año debe estar por morirse. Es un hombre ya muy mayor también. Está preso creo que desde los ’60 o ’70, son muchos años.

MM: Vuelve también en Springfielfd el tema del deporte, el fútbol femenino, porque aparte juegan bien las norteamericanas…

SO: Claro, en los Estados Unidos el fútbol es un deporte para mujeres. Van las chicas. Los varones juegan otros deportes.

MM: ¿Y el Lacrosse existe?

SO: El Lacrosse existe también. Tuve una época de consumir mucho deporte en la tele.  Se me pasó, por suerte. Y ESPN daba a la mañana, no me acuerdo si los martes, un Campeonato Mundial de Lacrosse, (risas)… yo me quedaba ahí mirando, esperando que la vida pasara, sin saber qué hacer… me debe haber servido. Lo bueno de ser escritor es que todo te puede servir. El Lacrosse es el deporte nacional de Canadá. Los canadienses lo practican tanto como nosotros el Pato, que es el deporte nacional argentino. No es un deporte popular en ningún lado.


Participante: ¿En qué consiste?

SO: Juegan con una especie de palo para cazar mariposas, tienen que trasladar la pelota, se la pueden pasar, la tienen que agarrar de un palo a otro, y la tienen que meter en un arito, chiquito, que  hay al final de cada parte. Pero con mucho contacto físico. Eso está permitido. Hay un golpe que es muy fuerte que se da con el cuerpo, que a pesar de que hay determinadas reglas que hay que respetar, lo vuelve un deporte bastante violento. Parece que es un deporte muy tonto. Dicen que es original de América, que lo jugaban los indígenas en la zona norte de Estados Unidos, y en Canadá.

Participante: ¿Cómo se llama?

SO: Lacrosse. El nombre “Lacrosse” viene del francés y hace referencia el bastón que usaban los franceses para jugarlo cuando llegaron a esa zona…

MM: Pablo y Ariel en El equipo de los sueñosveían bastante ESPN, ¿No?

SO: Sí, los chicos, los futboleros, ven muchos deportes en general, también…

MM: Bueno, y hablando de referencias televisivas y de nuestra generación: Cómo cocinar un plato volador. Yo te escribí apenas lo terminé de leer, porque lo leí en un rato, me pareció excelente…

SO: Gracias…

MM: …ahí también te diste un permiso. Me lo había advertido Natalia Méndez, que fue la editora… me quitó un poco la sorpresa. Pasa algo que vos decís: “Esto no debería pasar”. Porque vos estás contando una historia, bastante realista, de los primeros fines de semana de un divorcio, la relación del padre con el hijo que es muy tierna, la historia, que le cuenta, su noviazgo con la mamá, y de pronto vienen los marcianos… (Risas). Es buenísima…

SO:  Sí, tenía ganas de hacer algo muy loco… Incorporar a los marcianos.

MM: Porque aparte funciona perfectamente, porque te lo creés, está buenísimo que los abduzcan, que se los lleven…

SO: Sí, sí. Eso también es gracias a tener una editora como Natalia Méndez que me permite publicar esas cosas. De hecho, la novela tuvo dos rechazos editoriales antes de ser publicada por Natalia en Norma. Hasta el editor anterior, Antonio Santa Ana dijo: “No, esto no lo podemos publicar”. Y Antonio sabe mucho. Me dije: “Se la voy a dar a otra persona que también sabe mucho” y me dijo lo mismo que Antonio. Entonces pensé que tenía razón. Y una de las cosas que me decía era: “No, sacale todos esos marcianos. Tiralos. Estoy harta de novelas infantiles y juveniles con extraterrestres”. Así que insistí, porfié con eso, lo hablé con Natalia cuando se fue a trabajar a Norma y con ella estábamos de acuerdo en que había que hacer cambios. Porque al principio el protagonista parecía un chico de siete años, ocho años, tenía actitudes de chico chiquito. Pero la historia era para un preadolescente, entonces había que ajustar al personaje. Son esas cosas que van pasando en el proceso de producción de un libro. Uno hace una versión con una idea, pero esa idea que uno tiene no se ajusta cuando el lector lo ve, lo lee. Entonces, un lector atento (y el editor es eso, un lector atento) descubre qué es aquello en lo que uno se equivocó. Lo que Natalia decía es eso también. “Lo que pasa es que acá tenemos dos chicos. Por momentos tenés uno de ocho años, por momentos tenés un chico de once o de doce… ¿Qué hacemos? O lo bajamos a ocho, o lo subimos a once y doce”. Entonces lo subimos a once y le quité las actitudes más infantiles que tenía…

MM: Quedó muy bien. Además se cuentan varias historias en una novela breve. La historia de amor del padre con la madre, es muy bella. La historia bajo la lluvia… ¿hay algo autobiográfico ahí?

SO: No, no. Es un libro bastante poco autobiográfico, aunque pareciera, por el tono intimista, que debería serlo, no, no. Sí hay una idea profunda ahí, y es que los hijos nunca llegan a darse cuenta de que hubo una historia de amor entre los padres, ni siquiera cuando ellos están juntos. Uno como hijo tampoco llega a entender que esos padres en algún momento sufrieron por amor por la otra persona con la que se están peleando todo el tiempo y no le da bolilla… que hubo un momento en la vida de esas personas, en el que se amaron profundamente y que además tuvieron miedo de perderse el uno al otro, cuando ahora se lo quieren sacar de encima. Entonces me parecía que era una linda historia para explicarle a un hijo. “Bueno, mirá que vos estás viendo a dos padres que se están peleando pero acá atrás hubo una historia de amor”.

MM: Además de que salta en el tiempo, porque es al amor adolescente y después el amor que forma la familia…

SO:  Sí, sí. Esa misma historia podría haberla contado tranquilamente en una novela para adultos. Es un tema que me venía dando vueltas hace rato sin género definido. No pensaba si era para público adulto, para chicos… y en un momento llegó el día en que me dije: “Bueno, es para chicos, esto tengo que contarlo pensando en un público de chicos que van a entender de qué trata”.

Participante: Sabés que hoy escuché por radio por eso me causa gracia lo que decís, que es mucho más difícil ser hijo que ser padre…

SO: ¿Te parece?

Participante: …sobre todo cuando el hijo es adulto.

SO: Sí, somos injustos los hijos con los padres, básicamente…

Participante: Porque lo que vos decís, cuando uno es hijo nunca se imagina lo que los padres sienten.

SO: No entiende. Los hijos no entendemos nada. No entendemos.

Participante: Por eso, cuando uno es más grande sí puede entender. Es más difícil entonces ser hijo que ser padre.

SO: Sí , sí.

MM: Hay también acá un montón de guiños a nuestra niñez… Nos acordábamos del Costa Azul que es una maravilla.

SO:  Sí,  pero hay algunos desfasajes. Por ejemplo, está el  Winco.  En realidad ya el Winco es muy viejo. Muy viejo. Debería haber sido un grabador, un radiograbador… pero me gustaba más la forma del Winco entonces dije “Me parece que para atraer platos voladores es mejor un Winco que un radiograbador de los ‘80”. El Winco es de la época de mis hermanas. Yo tenía radiograbador.

MM: El otro día me acordé del Costa Azul. Vino de España un amigo mío que lo tenía, al que yo envidiaba. Y descubrí… bah… me contó él, que no giraba…

SO: No, no. Se movía. Y eso hacía avanzar el caballo.

MM: Yo pensé que era una cinta continua. No. Se movía y eso movía los caballitos de metal. Bueno también ahí hay saltos porque el Simon es un  poquito posterior… lo publicitaba Tato Bores… era de la época de la importación de Martínez de Hoz.

SO:  Es más de los ochenta, la importación de los ochenta, o un poquito después.

MM: Yo me acuerdo que Tato Bores lo tenía.

SO: Yo no lo tuve. Ahora al Simon lo tengo como juego en el Ipod. Pero juego muy poco con el Ipod. Lo usan mis hijos.

MM: ¿Tenés hijos de qué edad?

SO: Un hijo de catorce y una hija de doce.

MM: Todo un tema.

SO: Sí, es muy divertido. Creo que lo que más me ha gustado de la vida es ser padre. Es un oficio que me divierte y me entretiene. Y está bueno. Pienso que, por lo menos yo, sentí en un momento de mi vida que lo mejor era ser padre. Más que otras cosas, más que mi profesión, oficio, o el desarrollo de mi carrera. Y que no me quiero perder nada de esto. Entonces todo lo hago en función de aprovechar eso que se está escapando a pasos agigantados que es la infancia de mis hijos, ¿no? Te descuidás un poco y ya tenés hijos adultos, entonces eso es lo que no me quiero perder. Todo lo organizo y lo vivo en función de eso.

Participante: ¿Te leen?

SO: Es muy divertido eso, porque no, no me leen obviamente, pero los obligaron a leerme en la escuela (risas). Dieron El equipo de los sueños en la escuela a la que van ellos y tuve que ir, además. Entonces mis hijos estaban sufriendo, por lo que yo pudiera llegar a decir de ellos. Y además el año que fui por mi hijo, él estaba sentado al fondo. No me miraba casi. Cada tanto bostezaba. Bostezaba de aburrimiento. Se aburría con lo que yo decía… Y yo tenía ganas de agarrar algo y tirárselo por la cabeza. Yo soy poco piagetiano con los hijos, soy más bien a la vieja usanza… Le hubiera pegado un zapatillazo a la distancia, pero bueno… no quedaba bien.

Participante: ¿Un Jean Piaget de cancha?

SO: Un buen chirlito. Un chirlo salvavidas (risas)… Y lo tuvo que leer. Él lo leyó completo. Además después se le acercó una compañera del otro sexto, era en sexto grado, la verdad es que eran muy chicos,  y le dijo: “Che, tu papá es un genio” y ahí mejoré. Y después, cuando fui por mi hija, porque ellos escolarmente se llevan un año nada más, al año siguiente, con la misma maestra además, mi hija también estaba atrás, pobre, avergonzada totalmente. Pero para sus amigos era un escritor que iba de visita. Era muy gracioso porque hay una anécdota que además la recuerda ella, ya es una anécdota familiar que se repite. Un día viene mi hija totalmente emocionada y me dice, nos cuenta a todos: “¡En el edificio de Fulanita, (una compañera) vive Ricardo Mariño! ¡ Hay un escritor en el edificio de…!” Y yo le digo: ”¡Juana, yo también soy escritor! “ (risas). Siempre me cargan: “Él es más famoso que vos ¿no?”. Son muy injustos los hijos. Bueno, mi hija no leyó El equipo de los sueños. En realidad ese año les dieron El equipo de los sueños Cómo cocinar un plato volador… Y yo les había leído a ellos Cómo cocinar un plato volador porque lo escribí pensando en ellos también. Yo nunca les leí mucho cuando eran muy chiquitos, no era de esos padres que van y agarran un libro, mi mujer sí, más que yo. Pero yo no lo hacía. Y dije: “Bueno, les voy a leer”. Y les leí Cómo cocinar un plato volador. Creo que ella aprovechó esas lecturas para después, cuando le tocó elegir el libro. No leyó El equipo de los sueños y espero que no lea mis novelas de adultos. (Risas) Que sepa que su padre piensa esas cosas. No quiero.

Participante: Como Oscura,  monótona sangre…

SO: Sí, que no lea esa, ni Lanús, ni muchísimo menos Filo. En Filo se nota más el toque autobiográfico, el estudiante de Letras…


“LOS PERIODISTAS ROBAMOS CADA VEZ QUE UN EDITOR NOS PIDE UN TÍTULO”


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En la segunda parte de la entrevista a Sergio Olguin, realizada en septiembre por Mario Mendez dentro del Ciclo de encuentros con autores de literatura infantil y juvenil del Programa Bibliotecas para armar, llevado a cabo en la Casa de la Provincia de Chubut, el escritor y periodista cuenta sobre su derrotero por la escritura; sus inicios en el periodismo, su trabajo actual como escritor de ficción, las incursiones en la novela infantil-juvenil y los proyectos en los que se imagina estar trabajando próximamente.

MM: Vos sos del sur, de Lanús, ¿verdad?

SO: Sí, de Lanús.

MM:¿Y la conurbanidad cómo la llevás?

SO: Un poco cansador a esta altura de la vida que cada vez que hay un ciclo “Conurbano y Literatura” tengo que ir. Es una cosa cansadora. Pero para mí fue muy importante el hecho de vivir en lo que es un barrio y vivir todo lo que es el barrio. Me parece que eso es formador de la personalidad, sea Lanús, sea Morón, Monte Grande, Villa Celina… no importa. Donde sea… me parece que te genera ciertas cosas que vivir en la ciudad, en el centro de la ciudad, no lo genera. Y escribí Lanús pensando en eso. En ese barrio que yo había visto en los setenta que era Lanús, y Avellaneda… De fábricas que estaban las veinticuatro horas abiertas, los colectivos que iban repletos a las seis de la mañana con gente colgada, y después ver toda esa decadencia en los noventa, la caída de lo que sería el primer cordón industrial, que para mí era muy fuerte. Llegar a Lanús en un momento en que todo eso ya no existía, era un recuerdo. Y en Lanús un poco intenté contar eso.

Participante: ¿Seguiste viviendo en el conurbano?

SO: No. No, cuando escribí Lanús yo ya no vivía ahí. Sí tengo a mi familia. En ese momento estaba vivo mi padre, todavía, y tengo mis hermanas que viven en Lanús y en Monte Grande. Así que cada tanto, muy cada tanto, sigo todavía yendo para la zona sur.

MM: Hace un ratito mencionaste a tu editora alemana. Yo tengo una duda zonza acerca de tus editores. De quiénes te editan. Los buscás en Wikipedia o los buscás en librerías y está Siruela, está Tusquets y está Norma con los mismos títulos pero con las mismas portadas cambiadas, ¿cómo es eso?

SO: Bueno, Tusquets edita mi obra de adultos, básicamente. Lanús apareció primero en Norma, después en Tusquets. Mi editora alemana, es la editora también de Siruela… es una especie de Diego Maradona de la edición. Ella misma te dice: “Tengo cuatro Premios Nobel”.  Ella descubrió a cuatro Premios Nobel para distintos mercados. Fue la primera en editar a Vargas Llosa en Alemania. Todo eso capaz que te ilusiona. Es un personaje muy particular, muy especial . Y ella fue la que llevó mis novelas a Siruela, las juveniles, Springfield y El equipo de los sueños. Después las de adultos las publicó ahora Tusquets; publicó LanúsFilo Oscura… y va a publicar la nueva novela.

MM: ¿Cómo se llama?

SO: La fragilidad de los cuerpos. Título pretencioso, pero suena bien en inglés, en francés, me gusta mucho. Espero que la traduzcan (risas). Tiene una cosa medio afrancesada. Recuerdo un poco a Kundera con La insoportable levedad del ser, que no es francés pero quiere serlo o a La posibilidad de una isla de Houellebecq… Tiene esa onda afrancesada a lo Telerman. Ya que estamos  en Buenos Aires…


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Participante: ¿Qué es?

SO: Es una novela policial más bien clásica. Hay unas muertes al comienzo y es la primera novela de una serie que voy a escribir con la misma protagonista.

Participante: Para adultos.  ¿Es una saga? ¿Cómo se llamaba?

SO: La fragilidad de los cuerpos. Es la primera parte de lo que espero que sea una saga de Verónica Rosenthal que es el nombre de la protagonista, una periodista treinteañera, soltera, que investiga crímenes. En este caso investiga algo que ella cree que es un crimen y que deriva en una mafia mucho más compleja…

Participante: ¿Acá?

SO: Sí, bueno, ella trabaja en una revista, que es un semanario que está cerca de donde trabajo yo. Y la trama se desarrolla en las vías del Sarmiento. A lo largo de todas las vías del Sarmiento desde el comienzo hasta Merlo. Gran parte de la novela está escrita antes de los desastres del Sarmiento y no tiene nada que ver con eso. En realidad es otro tipo de problema… Son unos chicos que saltan en las vías. Compiten a ver quién está más tiempo frente al tren, antes de que llegue el tren. Pero en realidad ella sospecha que hay una mafia detrás de todo eso, que los hace competir. Y se pone a investigar esa mafia.

MM: ¿Apuestan?

SO: Claro. Y empieza a meterse con cuestiones políticas, con un puntero dela Comuna 8 dela Ciudad de Buenos Aires; empieza a hacer toda una investigación muy compleja. Y paralelamente se enamora de un ferroviario casado, con hijos, se mete en problemas… Lo que pasa siempre en todas mis novelas, digamos. (Risas)

MM: ¿Y cómo es esto de pensar una saga?

SO: Tengo varias ideas. Todavía no sé con cuál sigo pero tengo tres historias policiales dando vueltas en la cabeza. Alguna de esas va a ser la segunda de la saga. Todavía no sé. La idea mía es que Verónica vaya evolucionando como personaje. Ahora está soltera y metiéndose en problemas con tipos casados, después se pondrá de novia, se casará, tendrá hijos… Que el personaje no sea el típico de novelas policiales que se mantiene igual desde la primera a la última novela sino que vaya creciendo con los años. Vamos a ver. Todavía no tengo claro qué va a pasar en su vida personal en la segunda parte, pero tiene que pasar algo que la cambie. Probablemente se ponga de novia. Además ahí entró en escena otro, un ex novio que tiene ella, me cae simpático, por ahí los caso, voy a ver (risas).

MM:¿Te cambiaron un título en una oportunidad?

SO: Sí, en Springfield. Le cambiaron el título porque parece que a los españoles no les van los títulos con palabras en inglés. Si tiene una sola palabra y es en inglés no la entienden, parece ser. “Mirá, algo tenemos que agregarle porque así no puede ser”. “Bueno, pongámosle Vivir en Springfield y ya está”.

Participante: ¿Comenzaste con el periodismo? ¿Cuándo llegó la ficción?

SO: Sí. En cuanto a escritura, te diría que la ficción es anterior al periodismo. Yo empecé a escribir mi primera novela en diciembre del ’83, cuando tenía dieciséis años. Tres años estuve hasta terminarla. Nunca la publiqué, por suerte, porque era muy mala, pero significó mi formación como escritor. Y empecé a trabajar en periodismo al año siguiente. A los diecisiete. Desde muy temprano trabajé como periodista cobrando por las notas. Empecé muy temprano y durante muchos años pensé que mi oficio de periodista era lo más importante, mucho más que el de escritor. Lo de escritor lo hacía un poco con culpa. No tenía que darle mucha importancia. Y con el tiempo seguí escribiendo. Después fui uno de los ganadores de la Primera Bienal de Arte Joven. Entonces conocí a mucha gente que hacía lo mismo que hacía yo. Hasta ese momento no conocía gente que escribiera ficción o poesía. Me di cuenta de que había todo un mundo de personas de mi edad que hacían lo mismo que estaba haciendo yo. Hice amigos, empezamos a intercambiar lecturas, y empezó a formarse en mí la idea de ser escritor. La primera publicación importante que tuve, el primer libro que publiqué, Las griegas,  fue una edición de autor.

Participante: ¿Una edición de autor es cuando un escritor se autoedita?

SO: Se autoedita, sí. Nos pagamos la edición. Pero ya en ese momento, cuando hicimos la edición de autor, fue como un acto de rebelión de tres autores: de Claudio Zeiger, Pedro Rey y yo, que éramos amigos. Los tres trabajábamos en periodismo cultural desde hacía muchos años y conocíamos a las editoriales. Conocíamos a los editores. Queríamos decir: “Bueno, nosotros no vamos a ir a ustedes a llevarles nuestros libros, vamos a editarlos nosotros mismos”. Nos pagamos la edición. Nosotros hacíamos una revista cultural muy peleadora, V de Vian, una revista de los años noventa. No nos podían ver. Éramos mala palabra. Estaba mal ser amigo nuestro en esa época. Después hubo una renovación generacional en los editores. Pasaron a ser más jóvenes que nosotros, no conocen nuestro pasado, entonces nos publican. Pero los editores en los años noventa no nos daban ni siquiera libros para comentar en los medios donde trabajábamos. Hacíamos periodismo cultural que es la rama más tonta del periodismo, la más fácil, también. Pero V de Vian era una revista que tenía un particular sentido del humor y se burlaba de tipos importantes: Tomás Eloy Martínez, Martín Caparrós, Juan Martini, Daniel Guebel… eran nuestras víctimas número a número. Decíamos cosas muy graciosas… qué sé yo… no sé… De Guebel decíamos que su literatura remitía ala Escuela de Rotterdam… pero ala Escuela Diferencial de Rotterdam (risas). Y Tomás Eloy se había sacado una foto, como era un tipo con un ego tan grande, una foto con una valija donde estaban todos los lugares en los que había trabajado. El chiste era: “¿Qué lleva Tomás dentro de la valija?”. Entonces poníamos todas cosas que sabíamos que le molestaban a él. Pero Tomás era mi jefe en Página 12, entonces. Me trajo bastantes problemas en su momento todo eso, pero nos divertíamos mucho. Y cuando decidimos sacar nuestros libros formamos nuestra propia editorial.

Participante: ¿Y hoy laburás en periodismo también?

SO: Sí, sí, vivo del periodismo, básicamente. Soy editor de cultura de un semanario que se llama El Guardián. Y también soy el jefe de redacción de una revista de cultura que se llama La mujer de mi vida, que es un proyecto mucho más artesanal.

Participante: Te tendrías que juntar con Campanella…

SO: Claro. Pero nuestra revista es anterior. Estamos desde el año 2003 en realidad. Es una revista cultural rara.

MM: Ahora que se mencionó a Campanella, dos cosas para decir. Bueno, primero, contar que fuiste uno de los fundadores de El Amante, ¿se acuerdan de la revista…?

SO: Sí. Habíamos hecho V de Vian en el año ’90, yo tenía veintitrés años cuando empezamos con “V de Vian” y queríamos hacer, con Pedro Rey, una revista de cine y teníamos un conocido que nos presentó a un grupo de gente para hacer algo juntos. Eran Quintín, Gustavo Noriega y Flavia de la Fuente. Nos asociamos los cinco y empezamos con El Amante. En realidad yo fui el primer director. En el número dos me echaron. O sea, el Consejo Editor que yo armé… una de sus primeras medidas fue echar al director. (risas) Por votación. Estuvimos un año, y lo que sería el grupo original de V de Vian que era Pedro Rey, más Elvio Gandolfo y Cristian Kupchik,  nos fuimos de El Amante y quedamos en V de Vian y no hicimos más revistas de cine ni nada de eso.

MM: Pero en V de Vian hacían cine…




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